Tuesday, February 20, 2007

Jazz

jazz

Tengo una ancla en mí que siempre se hunde en la obsesión del tiempo no vivido. La fórmula, no de la felicidad, la búsqueda del mayor rendimiento dadas las coordenadas de la circunstancia y del "on" (on francés).

Nunca tengo tiempo de sentarme en el sofá, detener la máquina del "debería estar haciendo", y decidir pensar. Pero el jueves, fui a una sesión de jazz. Recientemente le estoy sacando el jugo a una música a la que llegué a tener aversión. No hay nada como el VIVO y el directo. Esa noche había un piano, una batería y un contrabajo. En la mesa, una botella de tinto.

No pasaron más de diez minutos que mis pies flojeaban dejándose arrebatar por la música. Dum, du-dum. Dum, du-dum. estaba a unos dos metros de los músicos, el sonido perfecto, surround a mi alrededor. Estaba contenta, como el resto; saqué un cigarrillo, pensé.

Pensé en todas las cosas que me gustaría hacer, en las vidas que he dejado de elegir, clarividencia del jazz, miraba la cara del contrabajista extasiado con su instrumento, me preguntaba si la fórmula no estaría en dominar un instrumento...daban ganas de subirse al escenario, pasaba el camarero y me encendía el cigarrilo. Dum, du-dum.

Hay tantas cosas por hacer, tantos libros por leer, tener tiempo de mirar las mil fotos que echamos con la digital, tantas películas clásicas que me gustaría ver, aprender a cantar, escuchar y descubrir nuevos músicos, dejar de atormentar a este yo y ser otro, tener los anhelos de otro, los miedos de otro... Empecé a recordar esas películas en las que el protagonista llega a una cava de jazz de los cincuenta llena de humo y notas, alcohol. Esa atmósfera viciada de vida.

Siempre hay un abuelo, pero en este caso su presencia no era superflua. Estaba sentado a mi izquierda, la copa de champagne no bajó de la mitad en las dos horas. Y él más que nadie tecleaba la mesa con la mano, tocaba la batería con su pie. Era Alguien, existía y se sabía existido. Jazz era suficiente, su fórmula.

Pedí una copa de cava, pasó el camarero con el mechero, me encendió otro cigarro. Mientras, mi cabeza, físicamente, se dejaba seducir por la musíca, afirmándola repetitivamente, mi pie desbocado en su propio claqué,alguna parte de mí empezó a listar un conjunto ene de cosas que tengo pendientes de hacer, leer más, bajarme esa música, ir a esa tienda, llamar a alguien, dibujar, dibujar, saqué un lápiz, y sin luz, reconfortada por el Presente me sentí vivida.

Dum, du-dum que el camarero era la tercera vez que pasaba con el mechero hacia mí, yo después sacaba un cigarrillo... El tiempo empezó a rallarse, a ir al revés, sin concatenar causa efecto, los platos de la batería irrumpían la secuencia..

Dum, du-dum que me habían retirado el ancla sin previo aviso.

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